Así me siento yo, pequeñita como un gorrión. No es que me sienta insignificante ni nada por el estilo, todo el mundo está aquí por alguna razón. Pero me siento como una niña enana, inocente y juguetona. Pero he sido así toda mi vida, a pesar de aparentar ser una mujer madura y responsable, siempre he andado con la infancia a mi lado. Ya es hora de pensar en el futuro y dejar de soñar despierta. De renacuaja me imaginaba surcando el espacio estelar. Sí… como muchos otros niños quería ser astronauta, cosa que no pudo ser por mi negación a las matemáticas, las odio a muerte. Luego quise ser diseñadora de moda porque me enfrascaba con los lápices de colores y mis millones de libretas a dibujar sin parar. Adoraba los vestidos, la belleza femenina, los ojos rasgados con mirada inquietante. Los adoraba y los adoro, pero ya no puedo seguir los pasos de una gran diseñadora de moda. Eso de estudiar patrones no era lo mío. Así que, en 1º de bachiller me dio la vena de ser periodista para poder viajar lejos, conocer tantas culturas, tantos lenguajes distintos y tantas personas nuevas que las ansias me mataban. Eso no ha cambiado, sigo deseando salir de aquí, sentir otro viento golpeándome la piel, otro mar distinto al Mediterráneo que me vio nacer, aprendiendo el lenguaje universal del ser humano; escuchar, comprender, expresar… en fin, comunicar. Eso quería, comunicar.

Pero, cuando creces las cosas son distintas a tus deseos. Este año, si no pasa nada, termino mi carrera de periodista y, ¿para qué? No lo sé, pero mi destino ahora no es viajar, ni conocer nada nuevo. Mi destino es trabajar como una burra para ganarme los cuartos y poder conseguir un puesto decente. Tengo casi 22 años y siento que he desaprovechado mucho el tiempo en vaguear, en buscar cosas que eran inalcanzables por un simple capricho y he desperdiciado tanto dinero en trapitos que me siento culpable. Pero, como dice Edith Piaf en esta preciosa canción, no me arrepiento de nada, ni de haber desperdiciado el tiempo, gastado miles de euros en ropa y zapatos estos 4 años y menos, de lo que a mi vida sentimental se refiere. He de reconocer que me siento bien a pesar de que me dé pavor el futuro. Julio está a la vuelta de la esquina. No puedo volver a mis orígenes, a mi tierra, porque no me lo pide el alma.

Odio las frases «ya llegará» o «todo llega para aquellos que saben esperar», porque son mentira podrida. O te mueves o no pasará nunca nada en todos los terrenos que depara la vida. Algún día creceré y mi orgullo dejará de ser un problema. Me esperan muchas ilusiones, palos, alegrías y llantos a partir de ahora.

Tengo que dejar de ser una niña. No puedo seguir siendo un pequeño gorrión que no es capaz de volar del nido.

Siento la parrafada sobre mí, supongo que alguien lo leerá, si no… me he quedado a gusto XD

¡Ja ne individuos de la Tierra!