Por culpa de las lluvias vivo días sin Luna y sin ella la creatividad se absorbe en si misma y desaparece. Yo lo noto. Noto no poder verla y alumbrar las noches que anuncian vísperas de primavera. Añoro mirar al cielo y verla sonreír, pícara y temerosa de que su cara oculta sea descubierta. Es el astro que me introduce de lleno en un estado hipnótico elevando mi alma a miles y miles de kilómetros de donde pertenezco. Me encanta esa sensación. Deseo escuchar a la Luna y rozarla a través de un plano inexistente al ojo humano. Si eleváis los dedos en una noche clara de Luna llena, ella os responderá con una tenue y casi imperceptible caricia que os avisa de que está ahí, que sigue siendo la hija de Gea.

Todos esto viene a que acabo de ver la película que ganó el festival de Sitges este año pasado. Se trata de Moon. He temblado al comprobar la soledad interpretada por casi un único actor durante toda la película. Aunque la Luna es solo la base de toda la historia ella es, en realidad, quien consigue atraparte y, sin ninguna duda, el gran trabajo de Clint Mansell con la Banda Sonora (tenéis mi favorita arriba).

Quiero que deje de llover, que el cielo se aclare y deje entrever la luz plateada que resguarda a los perdidos y complace a las damas sin hombre.

La Luna es la única que nunca se aleja de nuestro lado, que gira a nuestro alrededor sin descanso hasta el día en que todo lo que creemos que existe muera.