Una melodía de cajita de música sonaba a lo lejos, rejurgitando entre los átomos de hidrógeno. Su sonido era melancólico, pero vomitaba palabras de apoyo y voces de alegría.
Si fueras capaz de agarrarme el corazón en este momento explotaría en tus manos alejándote de este mundo de violines tristes y estrellas fugaces. Y en esos pocos segundos todo esto vino a mi mente:

«Dejar todo cuando aún queda mucho por hacer. Amar a medias cuando puedes descubrir el cielo antes de pasar a una mejor vida. Tragarse las lágrimas cuando la única solución es llorar para calmar tu angustia. Sonreir cuando desearías usar la violencia. Ponerte de pie cuando lo que necesitas es sumirte en un placentero sueño. Beber té de hierbas cuando lo que verdaderamente necesitas es una puñetera cerveza. Agachar la cabeza en la pista de baile cuando desearías desatar tu adrenalina moviendo todo tu cuerpo al ritmo de la música. Cerrar los puños en señal de frustración cuando podrías abrazar al ser amado. Para qué hablar si sabes perfectamente que el silencio lo dice todo entre los dos. ¿Por qué te pones ese vaquero usado cuando compraste un precioso vestido ayer? Sonrojarse por tener menos tetas que aquella, más cintura que la otra y unos pies como lanchas. Taparse la cara porque llevas gafas cuando te sientan tan bien…

Hay tantas cosas que no entiendo y que quedan por descubrir.
Hay tantas cosas que dejaría atrás.

¿Por qué intentas ser normal cuando puedes ser alguien excepcional?»