Acabo de terminar un libro de Murakami: Kafka en la orilla. Como de costumbre deja al lector que divague con el final y ate los cabos que faltan. Este título me ha enganchado de tal manera que ha sido la primera vez que me he leído más de 700 páginas en menos de una semana (y casi todo el tiempo ha sido en el tren: 30 minutos para ir a Barcelona, otros 30 para volver a Rubí…)
No hay que decir que queda recomendadísimo.
Todos los personajes son adorables. Cada uno de ellos descifra pieza a pieza el pensamiento. La metafísica obtiene el primer premio en esta novela, te invita a reflexionar, a soñar, a divagar… Murakami, como siempre, me deja fascinada… Uno de los personajes, Nakata, te ahoga en una abismo de dulzura y vacío. Cuando lees sobre el personaje te asaltan sentimientos de todo tipo: pena, alegría, cariño, lástima… Pero es el eje de la historia, es el vacío retórico que lo llena todo.
Me gustaría escuchar «Kafka en la orilla del mar» e introducirme en esos dos acordes sacados de otro mundo.
Regalo una de las frases del libro:
– Cuando nos enamoramos, todos buscamos en la persona amada una parte de nosotros que nos falta. Por eso, al pensar en esa persona, siempre nos ponemos en mayor o menor medida tristes. Nos sentimos como si volviéramos a pisar una habitación añorada que habíamos perdido hace muchísimo tiempo. Es natural. Esa sensación no la has descubierto tú. Así que mejor no intentes patentarla.
Dejo el tenedor y alzo la mirada.
-¿Una vieja habitación añorada que está lejos?
-Exacto -dice Ôshima. Y levanta el tenedor en el aire-. Es una metáfora, claro.
Quien lea el libro, sabrá la importancia de este fragmento.
Otra de Murakami, por favor 🙂
Anonymous
todo lo de murakami es recomendable saludos desde mexico.