Shhh, silencio. ¿Oyes los cánticos angelicales? Solo podrás oírlos cuando dejes de justificar cada palabra, cada gesto, cada acto. Solo podrás alcanzarlos cuando no te sientas culpable por caminar con paso firme. Sólo podrás deleitarte con sus voces cuando no te tiemble la voz al expresar lo que verdaderamente sientes.
La vida misma es el purgatorio y los únicos pecados más atroces que puedes cometer es no ser fiel a ti mismo, no sentir lo que quieres sentir y no abrir los ojos de par en par a la realidad que tengas delante, aunque creas que es un sueño precioso que no debe estar ocurriéndote, aunque creas que es la pesadilla más atroz que no te mereces.
Deja de echarte la culpa por todo. Solo eres un ser que vive. Solo eres un ser humano. Tú no tienes el derecho de decidir qué está bien o qué está mal para el mundo, pero sí qué está bien o qué está mal para ti.
De vez en cuando relájate y deja que el silencio te acompañe, aunque te encuentres en la ciudad más ruidosa del mundo. Es entonces cuando escucharás las voces que hay al otro lado, en aquél lugar que algunas religiones llaman el Cielo y otras el Paraíso. Incluso podrás desgarrarte con los gritos de socorro de los que habitan en el Infierno o los que se han perdido en el Nirvana.
Quizá ese silencio no dure para siempre, pero sé que sonreirás, sé que te sentirás fuerte para continuar tu camino. Y, aunque sea por unos días, serás tú mismo, te sentirás indestructible, tarearás canciones que no son de este planeta y no sucumbirás a la monotonía. Durante esos días cuando la brisa sople la notarás como una caricia, cuando escuches una risa será como una melodía para ti y cuando una mirada se cruce con la tuya estallarán fuegos artificiales.
Sacrifícate por sentir lo que quieres sentir. Sacrifícate por acercarte a otro plano de la realidad. No tienes que justificarte.
Total. Solo el Cielo lo sabe.