Hoy me siento como un capricho de Goya. Salido del más reticente de sus neuronas y del más rebelde de sus deseos. Porque ya estamos en diciembre. ¡Oh, diciembre! Todos los que me conocen saben que es mi mes, mi melancolía durante 31 días, las luces de mi espíritu y estepas de mi piel. Quizá sea el espíritu navideño, pero me hace ser más positiva en estos momentos… digamos, inestables de una etapa que le queda poco por acabar. Me veo como el cachorro que asoma la cabeza a un lugar nuevo, a un vacío que he de rellenar con nuevos encuentros, deseos, recuerdos, ilusiones, hechos, realidades, sueños, desastres, estupideces, ambiciones, lujuria, pasiones, risas, llantos, saber estar, descontrol, ánimo, desánimo, pena, gloria, alegría, abrazos, hostias, caídas y subidas constantes, plumas, rosas, frutas, chocolate, cigarros de mantequilla, alcohol de golosinas, aire de caramelo, agua de veneno, sol, lluvia, luna, viento, maquillaje, frío, calor, caricias, letras, libros, canciones…

Este es sólo un diciembre algo más amargo, llamémosle agridulce. El que viene será increíble y si no lo es, volveré a ser otro capricho de Goya y volveré a desear que el próximo sea mejor.

Aún así, gracias por llegar. Que el frío y las luces de Navidad no desistan.

Plumas.