Estos días vuelve a hacer frío. Hasta hace unas escasas semanas atrás se notaba el calor primaveral que nos envolvía con un Sol deslumbrante y una tenue brisa. Pero la verdadera primavera ha llegado. La brisa que te cala hasta los huesos entra en nuestra meteorología con el equinoccio, juntos de la mano, inseparables. Tengo la ventana abierta, a mi lado, viendo a la gente pasar y estoy tiritando de frío. Voy en manga corta y tengo el pelo alborotado, pero me gusta sentirme así. Es agradable notar como la brisa te roza y te da caricias de ánimo, pues a veces creo que la primavera no ha llegado para mí y el frío es sólo una invención de mi cerebro que lo transmite a mis miles de terminaciones nerviosas.
Anoche soñé con el Invierno. Es una mujer realmente hermosa que me decía adiós con lágrimas de rocío. La logré divisar al otro extremo de un lago verde. Yo quería estar con ella, pero el hielo de la superficie del lago era muy frágil y con un paso en falso podría caer al agua que se clavaría como sables en mi piel. Pero con el viento me llegaba su frágil voz en susurros.
No os voy a decir qué me dijo exactamente, pero si es cierto que me entristeció. Pero tiene razón. Supongo que es estúpido seguir esperando al mismo Invierno día tras día sola, cautiva de toda razón, ausente de todo lo que hay a mi alrededor. No hay Inviernos iguales. «Levántate, echa a andar y no vuelvas la vista atrás». Es lo único que puedo sacaros en claro de las sabias palabras de una diosa.
Hice caso, intenté levantarme.
No pude.
Volvió a llorar pero, esta vez, con un gesto de resignación y desilusión. Le miré con insistencia rogándole compasión. Pero ella si echó a andar y no volvió a mirar atrás.
Sé que no volverá y que he perdido la batalla.
Aún así, sigo aquí sentada. Congelada.
gerardo
deberías quemarte. Viva el epíteto, ¿no?